Si te gusta el mar, si te apasionan los barcos, seguro que más de una vez has soñado con dejarlo todo y largarte con viento fresco a realizar una gran travesía, cruzar el Atlántico o, ¿por qué no?, dar la vuelta al mundo.
A mí me ha pasado. Me encanta el mar y más de una vez he fantaseado con la idea de escaparme a la aventura, ya fuera en una goleta de tres palos o en un paquebote mercante por África, qué más da. Probablemente nunca lo haré, pero la ilusión no me la quita nadie.
Por eso, cuando me encuentro con un tipo con Robin Lee Graham, bebo sus páginas con delectación, hasta la última gota... de agua de mar.
En 1965, Robin Lee Graham, con dieciséis años, se embarcó en un balandro de 24 pies (unos siete metros) en la localidad californiana de San Pedro para cumplir su gran sueño: dar la vuelta al mundo. Cinco años después, tras recorrer 33.000 millas náuticas (unos 60.000 kilómetros, ahí es nada) a través del Pacífico y el Índico, dar la vuelta a África, cruzar el Atlántico, atravesar el Canal de Panamá y visitar las Galápagos, regresó a casa con una esposa, una muchacha californiana que conoció en las islas Fidji, y una hija.
Los sueños, como aprendió por la fuerza Robin, son muy distintos a la realidad: tuvo que enfrentarse a huracanes y a infinidad de problemas y percances, pero sobre todo a la terrible soledad del mar, capaz, casi, de volverle loco.
Pero con veintiún años regresó tras haber conocido parajes que nunca veremos y dejar un larguísimo reguero de amigos y experiencias únicas detrás. Leer su libro no es lo mismo que hacer el viaje, pero reconforta comprobar que en este mundo industrializado todavía queda espacio para la aventura. Y para seguir soñando.
¡Espera, no te vayas todavía! ¿Te ha interesado este artículo? Regístrate aquí para recibir las próximas entradas y novedades en tu correo.
|