Novelas de autores iberoamericanos

Sigo con mi viaje literario a través del mundo. Después de saludar a los autores más destacados de África, la India, Japón, Oceanía, Rusia y China, hoy me lanzo de cabeza a por una tierra muy cercana y, al mismo tiempo, demasiado lejana: la América no anglosajona.

Soy muy consciente de que lo que me dispongo a hacer es un atrevimiento. Más de la mitad de los lectores y las lectoras habituales de este blog son, de hecho, de México, Argentina, Chile, Colombia, Chile, El Salvador, Perú, Uruguay, Guatemala, Bolivia, Ecuador, Venezuela... Hablo de miles de visitantes que, sin duda, conocen mucho mejor que yo las literaturas de sus propios países.

Menuda imprudencia la mía. Sé que voy a recibir un montón de mensajes diciéndome que debería haber incluido a tal o a cual, y que este no pero aquel sí. Tendrán razón, por supuesto. Entonces, ¿por qué sigo adelante? Sobre todo, porque mi intención no es mencionar a todas las escritoras y los escritores actuales de Latinoamérica, sino ofrecer una aproximación al continente, a la visión que tienen (algunos de) sus escritores sobre él. Solo una aproximación, sin ningún afán enciclopedista, que espero sea válida para los lectores de ambos lados del Atlántico (y de otras partes del mundo). De vez en cuando, solo de vez en cuando, una vista de pájaro nos ayuda a orientarnos. ¡Eso espero!

Dicho lo cual, me lanzo al agua. ¿Cómo es la Latinoamérica de hoy en día, o al menos cómo la ven sus escritores? Esta semana te traigo una selección de obras para aproximarnos a la Iberoamérica más actual. ¿Me acompañas en este nuevo viaje literario?

 


Los maridos de mi madre Joel Flores

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Los maridos de mi madre, de Joel Flores (México)

A veces la sustancia del deseo yace en el destartalado motor de un vochito legendario, en el albur cholo que busca metamorfosear en poesía cursi, en el tinte de cabello de una cachondísima lectora de Bolaño capaz de desbarrancar con una mirada a su indefenso profesor.

A veces el sentido de la vida se va por el resumidero cuando nuestra deidad rocker inmola su guitarra en el altar de sacrificios del reggaetón y mamá deambula errabunda entre los fallidos abrazos de un socorrista de la Cruz Roja, un luchador de quinta y un maestrucho mosco muerto.

Estas páginas desparraman hormonas en ebullición desde la mirada del púber ávido de tragarse el mundo a tarascadas, y tragicómicas fatalidades arrastrándose entre los tumbos sexuales de erráticos adultos. En Los maridos de mi madre, Joel Flores ha puesto a bailar a un Edipo bipolar y debrayado que oscila entre el semidesierto zacatecano y el barrio bravo tijuanero, una torcida constelación familiar donde los esqueletos hacen corte de manga desde el clóset. Es un libro que muestra a un escritor con el timing y el talento para convertirse, sin excesivas prisas, en una de las voces importantes de México.

 


Que verguenza Paulina Flores

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Qué vergüenza, de Paulina Flores (Chile)      

En estos nueve relatos que conforman su primer libro, Paulina Flores entrega una visión despojada, de una sinceridad apabullante, de la vida actual en las ciudades: mujeres que viven en edificios de viviendas; hombres que, al perder su trabajo, revelan los frágiles cimientos que sustentan la familia; jóvenes que trabajan en bibliotecas o en locales de comida rápida, y que recuerdan el día en que perpetraron un pequeño robo, las razones que los llevaron a separarse o aquel instante en que perdieron, definitivamente, la inocencia.

Personajes que, al pasar por el tamiz de Paulina Flores, por su extraña mezcla de crudeza y ternura, de transparencia y densidad, sentimos que conocemos desde siempre. Sus historias se expanden y operan por acumulación, pegándose a nuestra piel. Desde allí Paulina Flores observa y, con una madurez admirable, funda un universo literario.

 


La palabra cementerio Arnoldo Galvez

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La palabra cementerio, de Arnoldo Gálvez (Guatemala)      

Este libro, el tercer título publicado por Gálvez Suárez, contiene seis cuentos que se entrecruzan y que con frecuencia se contraponen. La del hombre que escucha en una cervecería urbana, y casi contra su voluntad, una historia lejana de violencia en un barrio periférico. La del muchacho que reconstruye una pesadilla de expiación y de culpa en el lecho de su amante. La de un hombre y una mujer que ven cómo se les destruye el deseo frente a una presencia amenazadora. La de tres personajes que reconstruyen un juego de traiciones en el apagado escenario de la violencia política. Esa de un abandonado complejo turístico que se encuentra rodeado por la miseria y la marginación. Y la de un viaje iniciático a Panajachel encierra una inquietante agitación sexual y autodestructiva.

 

 


Aunque nada perdure José Adiak Montoya

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Aunque nada perdure, de José Adiak Montoya (Nicaragua)    

Mientras una generación de dictadores se mantiene en el poder y los conflictos armados son el distintivo nacional, una de las artistas plásticas más importantes de Nicaragua acrecienta su presencia dentro y fuera de las fronteras.

Hija mayor de una familia danesa acogida en el país en los años veinte, Edith Gron labró una maravillosa existencia a golpe de cincel; tomó cualquier material que tuviera enfrente y le dio forma hasta obtener algo parecido a una verdadera vida, firme y con cimientos. Supo asimilar toda la identidad centroamericana y verter su pasión en una serie de bustos y esculturas que cruzaron fronteras que alguna vez se creyeron infranqueables.

Conmovedor y rico en imágenes, Aunque nada perdure es el relato de un éxodo que parecía casi imposible: desde el mar helado del norte de Europa hasta el trópico americano, toda la existencia de Edith será una lucha por sobrevivir. Como una metáfora de los terremotos, ella y su familia hallarán los medios para reconstruirse después de derrumbes, accidentes y enfermedades, en un país en plena efervescencia y en busca de su identidad.

José Adiak Montoya hila los sueños de una nación con los de una artista de trascendencia universal, que en la piedra encontró el soporte para hacer que la vida perdure aunque fuera un poco más.

 


Ella Jennifer Thorndike

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Ella, de Jennifer Thorndike (Perú)

La convivencia entre madre e hija ha llegado al límite. Ella es una cárcel donde se ha agotado cualquier tipo de amor o cariño, de ternura o comprensión, los lugares comunes de la maternidad, y en su lugar ha surgido una profunda soledad y una pulsión tanática que recorre la casa, tan deteriorada como las protagonistas, por el tiempo.

El encierro implica una relación jerárquica, de autoridad y sumisión, pero en esta novela, que se apoya tanto en el thriller psicológico como en la tradición de la saga familiar latinoamericana, no es claro que la muerte implique una liberación.

 


Coronel Lágrimas Carlos Fonseca

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Coronel Lágrimas, de Carlos Fonseca (Costa Rica/Puerto Rico)

A la altura de los Pirineos un anciano ermitaño se ha dado a la tarea de escribir la historia universal en clave íntima. ¿Qué esconde? Guiada por la obsesiva pero juguetona mirada de su narrador, Coronel Lágrimas traza el esclarecimiento de este secreto vital. Comparte, de cierto modo, la caprichosa ambición de su protagonista: reducir el mundo a unas cuantas citas, a unas cuantas imágenes, a unos cuantos instantes. Cifrar la historia.

Y así, la narración de una jornada arbitraria dentro de la vida de su enigmático protagonista da paso a una cartografía vital que acaba por elucidar, en clave tragicómica, la historia política del siglo pasado: de la Rusia de la Revolución de Octubre hasta el México de los veinte, de la España de la Guerra Civil hasta las lejanas islas caribeñas, esta novela-catálogo esboza, casi en instantáneas, la vida de un hombre que no estuvo a la altura de su tiempo.

Su épica es aquella del hombre privado, su historia la de una sociedad condenada al capricho informático. Fina, sutil, elegante, extravagante, rara, Coronel Lágrimas supone el brillantísimo debut narrativo del joven escritor costarricense-puertorriqueño Carlos Fonseca, considerado por Ricardo Piglia como su alumno más brillante de la Universidad de Princeton. Una novela sobre las formas en las que ciframos nuestras pasiones, sobre las maneras en que transformamos nuestros temores en escritura.

 


El dia que apagaron la luz Camila Fabbri

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El día que apagaron la luz, de Camila Fabbri (Argentina)

En esta «novela de no ficción», Camila Fabbri busca la manera de narrar una tragedia que irrumpió en la vida de una ciudad, pero sobre todo en la de miles de adolescentes para quienes Cromañón representó el fin de la inocencia.

Fabbri estuvo en el recital de Callejeros la noche previa a ese fatídico 30 de diciembre de 2004. Enseguida supo del incendio que arrasó con tantos chicos, envenenados por el humo negro en el momento preciso del pogo, de la exaltación, de la felicidad compartida. Quince años después, la escritora posa la mirada sobre la chica rolinga y claustrofóbica que era entonces y entrevista a amigos, amigas, padres, madres y testigos, para indagar en la forma que toma un drama colectivo en el tiempo y en ese dolor, a la vez personal e identitario.

El día que apagaron la luz es una ficción verdadera sobre los sueños y las pesadillas que poblaron las cabezas de esos jóvenes, una crónica fragmentada sobre los modos de construirse adulto y un relato emocionante sobre la confusión de vivir. Fabbri escribe una novela de voces múltiples, pero siempre cerca de la adolescente que fue. Y con la literatura como posibilidad, vuelve a preguntarse por ese día en que su generación se topó con la muerte.

 


Todos adorabamos a los cowboys Carol Bensimon

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Todos adorábamos a los cowboys, de Carol Bensimon (Brasil)

Esta novela habla de Julia y Cora, que se reencuentran tras algunos años sin verse para emprender un viaje en coche por su Brasil natal. Durante este road trip se suceden los paisajes desolados de La Pampa, los relieves serranos y los pueblos somnolientos del interior.

En la carretera, en habitaciones de hoteles antiguos, surge una nueva complicidad entre ellas, mientras las historias de su vida actual, lejos de Brasil, se entretejen con los recuerdos de su infancia, su adolescencia y su pasado juntas.

 


La tribu Carlos Manuel Álvarez

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La tribu, de Carlos Manuel Álvarez (Cuba)     

Ningún guía mejor que Carlos Manuel Álvarez para contarnos las historias de algunos de los que han vivido y sobrevivido la gran epopeya revolucionaria que ahora se termina.

Acá están las aventuras y los calvarios de unos cubanos que se van de la isla, buscando fortuna en el norte; la vida de un gran poeta que ha sido muy escasamente publicado y se resigna a morir en el anonimato; las cotidianeidades de una ex bailarina del Tropicana que vive en un vertedero de basura; la odisea de una madre empeñada en recuperar el cadáver de su hija tras el suicidio de ésta en otro país; el emocionante retorno de un pelotero cubano que se fugó, fue reclutado por los Yankees, y que vuelve a visitar a su gente y su barrio, después de muchos años.

 

 


Nuestro mundo muerto Liliana Colanzi

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Nuestro mundo muerto, de Liliana Colanzi (Bolivia)

Una mujer en una misión de colonización en Marte, un joven poseído por el impulso asesino de un indio mataco, un chico que dice comunicarse con gente del espacio, una nana ayorea a la que le gusta comerse los piojos y asegura que los muertos nunca se van.

En los bordes de la ciencia ficción, lo fantástico y lo pesadillesco, estos cuentos exploran, con una mirada alejada de todo exotismo, la idea de la muerte en las grietas del mestizaje, allí donde la idiosincrasia indígena y su historia de explotación chocan con la vida moderna y urbana.

 


 

 

 

¿Has leído alguna? ¿Conoces otras novelas de autores latinoamericanos actuales?

 

 

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