Hay lugares que se incrustan en el inconsciente colectivo. Que son sinónimo de coraje y de valor, de entereza y osadía. Espacios que retratan el carácter de todo un pueblo. Ponte Sampaio es una de esas geografías grabadas a fuego en la memoria de Galicia.
Aquí tuvo lugar una de las batallas más desiguales y asombrosas de la historia. Aquí se enfrentaron un puñado de paisanos mal equipados y peor entrenados, con unos cañones de madera tallados a toda prisa y unos cuantos mosquetes mal engrasados por toda arma, contra el mejor ejército del mundo. Y aquí, el arrojo y la entereza triunfaron sobre la más poderosa máquina militar vista hasta entonces.
En Ponte Sampaio, a los pies del puente romano que cruza el río Verduxo, el todopoderoso Imperio Napoleónico sufrió una de sus primeras derrotas: la más humillante, la más inesperada. Fue el inicio del fin. Hoy cabría preguntarse si el espíritu de la Revolución Francesa que los soldados franceses traían en sus palabras y en sus sueños no habría sido, pese a las armas, una corriente de liberación que hubiera cambiado nuestra historia.
Quizá fuera así. Quizá el triunfo de Napoleón hubiera sido el triunfo de la razón frente a la prisión mental del absolutismo político y religioso. Pero los pueblos no entienden de razones: hablan con el corazón. Y Galicia, aquel día, en Ponte Sampaio, grabó en el alma de la historia una gesta de fortaleza y determinación.
¿Todavía no conoces este histórico lugar? Pues déjame que te cuente…