Allá por 1111, Galicia andaba muy revuelta. La muerte del rey Alfonso VI había desembocado en una guerra civil que enfrentaba a los que querían que fuera coronada su hija Urraca y los que apoyaban que la sucesión recayera en el hijo de Urraca, Alfonso, por entonces un chiquillo de seis años. Eran guerras fraticidas que nada ni a nadie respetaban y que asolaban comarcas enteras.
Tras dos años de conflicto, fue aquí, en el castillo de Castrelo de Miño, donde todo se decidió. En esta fortaleza se hallaba el niño Alfonso asediado por los partidarios de su madre. La situación se volvía por momentos insostenible, por lo que sus cuidadores reclamaron la intervención de Diego Xelmírez para pactar una tregua. Lo que no sospechaban era que el arbitraje del obispo iba a provocar la reacción de uno de sus principales enemigos, el ambicioso Airas Pérez.
¿No has oído hablar del águila que advirtió a Xelmirez de una traición? Pues déjame que te cuente…
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