Que la novela negra está viviendo un período de esplendor es una obviedad. Desde los tiempos de Dashiell Hammett hasta hoy, pasando por el boom de la novela negra nórdica de hace unos años, el género ha trazado un largo recorrido durante el cual ha ido enriqueciendo sus personajes, planteamientos y escenarios.
Con una característica interesante: a medida que se expandía, el género ha ido «regionalizándose», si se puede decir así: ha ido adaptándose a los modos y maneras de ver el mundo de muy distintas zonas del mundo. Y, al mismo tiempo, ha ido enriqueciéndose al universalizar esos modos y maneras locales, trascendiéndolos para encontrar en ellos lo común a la experiencia humana.
En España, la novela negra también ha experimentado un crecimiento considerable, tanto en número de autores como de lectores. Y aquí también se ha reflejado el mismo fenómeno, autores y autoras que reflejan el mundo de sus localidades, con matices diferenciales muy sólidos, y que juntos nos permiten trazar un mapa social de nuestro mundo contemporáneo. Pues la novela negra, al cabo, es un extraordinario instrumento para tomarle el pulso a nuestro tiempo.
En Galicia, autores de la talle de Xosé Cid Cabido, Domingo Villar, Manel Loureiro, Pedro Feijoo o Beto Luaces han trasladado al género negro una narrativa poderosa ambientada tanto en entornos rurales como en las principales ciudades gallegas. A ellos se une con esta extraordinaria novela que hoy os reseño un autor nacido en una de las geografías más fascinantes de Galicia: Diego Garrote, natural de Camariñas, en la Costa da Morte.
Ángeles acusadores, de Diego Garrote
En pleno mes de junio, Nahiara Bermolen se dirige a la Costa da Morte para investigar quién está detrás de una nota de chantaje que amenaza con publicar fotos y vídeos comprometidos de una adolescente de dieciséis años.
Lo que menos se imagina la joven detective privada es que, tras la apacible apariencia del pueblo de Cervín, que parece dormitar al sol, se esconde un infierno de vídeos sexuales, abusos y violaciones, adolescentes que se drogan con setas y tienen sexo con adultos para probar los límites de su poder, un Círculo de Impíos adoradores de Cthulhu, una misteriosa mujer que parece dispuesta a tomarse la justicia por su cuenta, asesinatos sin resolver y extraños accidentes.
Antes de que se dé cuenta, Nahiara se ve sumergida en una pesadilla en la que su misma vida está en juego. Pero, al mismo tiempo, la detective deberá lidiar con los intensos sentimientos que le despierta Tomás, el dueño de la casa rural en la que se aloja, pese a que no acaba de fiarse de él...
Diego Garrote es, si me permitís la expresión, un «escritor natural», una de esas personas afortunadas que parece que lleva el oficio en la sangre. Lo cual no quiere decir que no le cueste escribir, ojo, que una cosa es el oficio y otra desempeñarlo... A lo que me refiero es a que, aunque Diego no tenga todavía una larga lista de obras publicadas a sus espaldas (esta que hoy reseño es la segunda, hasta donde yo sé; la primera fue una novela de terror, género a la vez distante y cercano al de la novela negra), da la sensación, por la espontaneidad con la que fluye su escritura, que ha nacido «sabiendo». Algo que se agradece, y mucho, en estos tiempos en los que tantos libros aparecen invadidos por fórmulas y titubeos.
Por el contrario, la escritura de Diego se impone por sí misma con la contundencia de lo natural, de lo que no se revela forzado. Su mundo es a la vez cercano e intrigante, como si la cotidianeidad se desvelara sorpresivamente extraña, como si los escenarios conocidos mostraran de forma inesperada su cara oculta. Sus personajes crecen y se van abriendo a lo largo de las páginas con una cercanía que hace que el lector empatice pronto con ellos, como si se reencontrara con viejos conocidos a los que ha descuidado. Es el caso de Nahiara, la joven protagonista de Ángeles acusadores, una mujer cercana a los treinta recién estrenada como detective privada que nos hace desear saber más de ella, seguirla en los casos que (esperemos) vendrán, verla crecer como mujer y como detective.
Diego Garrote nos desvela con esta novela un mundo muy personal, anclado en la ruralidad más contemporánea, entre bosques y suspiros urbanos, un mundo que se inserta en la larga tradición literaria de la Costa da Morte. Una comarca que, por sí sola, constituye un territorio poderosamente literario, que ha acogido entre sus acantilados y playas obras como La víspera de casi todo, de Víctor del Árbol, Miss Marte de Manuel Jabois o Calzados Lola, de Suso de Toro.
Ángeles acusadores es una novela potente, que desvela el lado oculto de la normalidad y desnuda la infamia con tal naturalidad que esta parece inevitable. Esa es su fuerza y, al mismo tiempo, lo que la convierte en un texto inquietante, desazonador. Porque no hay nada más terrible que darle carta de normalidad a la maldad.
Pero que así sea, al menos mientras permanezca entre las páginas de un libro. Sobre todo de un libro tan absorbente como este.
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