Libre y salvaje, Ignacio Dean Hay libros que te sacan los colores y te hacen soñar. Que te hacen ver tus pequeñas aventuras como simples juegos de niños, como si construyeras castillos de arena en la playa. Y, al mismo tiempo, te despiertan el deseo de volar.

Este es uno de esos libros: el relato de un viaje imposible, de un sueño de libertad que, a golpe de esfuerzo, de sufrimiento y de una férrea voluntad, terminó convirtiéndose en realidad. 

Ignacio Dean es un malagueño que en 2011, a sus treinta y pocos años, se le metió en la cabeza un proyecto de esos que, cuando se te ocurre por primera vez, no es más que un delirio, una fantasía imposible: dar la vuelta al mundo a pie. Recorrer el planeta por entero, caminando libre de ataduras y horarios, descubriendo paso a paso culturas, tradiciones, paisajes y gentes.

Sí, una locura. Un hermoso sueño de libertad.

Pero Ignacio debe de ser alguien muy especial, porque la idea siguió ahí, rondándole el deseo, hasta que decidió lanzarse. Y lo hizo: el 21 de marzo de 2013 emprendió la marcha hacia el este desde la Puerta del Sol, en Madrid...

Tres años después regresó al mismo punto tras recorrer 33.000 kilómetros a pie por cuatro continentes, siempre tirando de un carro con sus escasas posesiones: una tienda de campaña, un saco de dormir y una esterilla hinchable, tres mudas de ropa interior, tres pantalones, una navaja multiusos, un antídoto para las mordeduras de serpientes, un camping gas, un portátil y una cámara de fotos. Eso es todo.

Tres años a pie a través de selvas, desiertos abrasadores y llanuras heladas, ascendiendo a montañas de cuatro mil metros de altura, atravesando países superpoblados y algunas de las regiones más deshabitadas de la Tierra, los países más peligrosos y los más pacíficos. Tres años con etapas diarias de cincuenta o setenta kilómetros a través de soles ardientes, lluvias, tormentas, viento, nieve, frío y esfuerzo, durmiendo en tienda de campaña, en casas humildes o en habitaciones de aquellos que le ofrecían refugio, casi siempre solo, rumiando sus sueños y escribiendo sus impresiones en un blog.

 

 

Solo. Sin coches de asistencia, sin seguro médico internacional, sin GPS y con apenas tres mil euros que, gracias a las donaciones de sus seguidores, llegaron a convertirse en 22.000. Tres años y miles de kilómetros rumiando sus pensamientos, ajeno a cuanto no fuera esencial, disfrutando de la libertad de caminar, de vaciar la mente, de dejarse llevar. 

Todo esto es lo que cuenta Ignacio Dean en su libro, publicado en 2017 por Planeta: el relato de un viaje asombroso y plagado de anécdotas, pero también el de la lucha mental por seguir adelante. Un libro que se lee del tirón, arrastrado tanto por las palabras de Dean como por nuestra imaginación. Resulta difícil no detenerse de vez en cuando con la mirada perdida mientras nos preguntamos qué habríamos hecho nosotros en esta o aquella circunstancia, si tendríamos el valor o el coraje de seguir adelante o, también, con una sensación de admiración y el deseo de contemplar con los propios ojos algunos de los lugares descritos.

La segunda parte, a medida que la proeza se va materializando y se vislumbra el final, está más cargada de reflexiones sobre lo vivido. Algunas son interesantes, fruto de las duras experiencias, pero otras me chirriaron un poco, me parecieron poco más que lugares comunes y tópicos. Da igual: la magnitud de la proeza y la amenidad del relato las compensa sobradamente y convierten la lectura en un curioso viaje doble: el del autor a través del mundo y el nuestro, el interior, el que nos interroga sobre nuestros límites y nuestros hábitos y pone en entredicho nuestras creencias.  

 

 ¿Habías oído hablar de Ignacio Dean? ¿Has leído este libro? Déjame tus comentarios un poquito más abajo, anda...

 

 

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