Hace tiempo que tengo muy claro que para escribir, para hacerlo de verdad, hay que perder el pudor: hay que desnudarse ante el lector, dejar aflorar los miedos, las filias y las fobias, hay que utilizar el bisturí para abrirse las carnes en canal y explorar las propias entrañas con la curiosidad de un entomólogo.
Solo así podremos aspirar a sintonizar con esa corriente de sentimientos que nos recorre y que es común a todos los seres humanos. Si nos despojamos de vergüenzas y temores, si nos exploramos con honestidad, quizá lleguemos a alcanzar pequeñas comprensiones que sirvan a otras personas, las hagan sentirse interpeladas y concernidas. Porque, al cabo, a todas nos mueven las mismas pulsiones, semejantes emociones y anhelos. El esfuerzo por conocernos a través de las palabras, dejando los pudores aparcados, quizá sirva para que las lectoras y los lectores entiendan mejor los procesos que ellos mismos están atravesando. O, simplemente, se sientan identificados, menos solos en un universo demasiado grande.
Si esto es así en una novela, cuánto más en un libro de viaje en el que, al cabo, el autor se muestra a sí mismo de forma directa. Ángela Valeiras lo sabe muy bien, y se lanza de cabeza a explorar su interior con una valentía y un acierto envidiables...
Entre Cronos y Neptuno, de Ángela Valeiras
Entre Cronos y Neptuno, historia de una mujer a trozos es una narración que consta de dos partes completamente independientes pero que tienen un nexo de unión, la misma protagonista y un hilo invisible que conecta un relato con el otro. Son dos historias de viajes y de búsqueda de sentido: la primera, titulada Un hombre bueno en mi vida, empieza y acaba con la historia de ese hombre bueno y su conexión con los cátaros, como un círculo que se cierra con la magia natural de la vida; el viaje a Senegal es la parte central del primer relato, plagado de sincronicidades, preguntas, aventuras, reflexiones, misterio. El segundo relato, El invisible rastro del caracol es la narrativa de un viaje iniciático a India, al que la protagonista se entrega como una prueba de confianza en la vida, mostrando una visión muy particular de la misma. Ambos relatos tienen como verdaderos protagonistas a Cronos, el tiempo que pasa inexorable marcando sus límites y Neptuno, el dios de los océanos donde todo límite se disuelve. Porque entre Cronos, el tiempo y sus ritmos propios, y Neptuno, la búsqueda de espiritualidad y sentido, transcurren los dos relatos llenos de magia, introspección y honestidad.
Llegué a Ángela Valeiras por una de esas interconexiones que favorecen las redes. Me la presentó Lola, una conocida de ambos o, mejor dicho, me presentó y me ofreció su libro, me lo envió a casa en papel y me recomendó que lo leyera.
De entrada, tuve mis reticencias. Mi lista de pendientes es más larga que la Gran Muralla china y no me apetecía mucho ponerme con un libro del que no tenía referencias y —seamos sinceros— con una edición poco profesional, que me hacía sospechar que lo que había dentro no era de demasiado interés. Sin embargo, Lola insistió y terminé poniéndome con él.
En buena hora. Ángela Valeiras es una escritora poderosa, que fluye con naturalidad y que tiene la valentía necesaria para desnudarse mientras escribe. O, quizá, me doy cuenta ahora, es el propio proceso de la escritura, el acto de escribir, el que tira de ella, el que la impulsa a olvidar pudores en un esfuerzo por entender lo vivido, por comprender el mundo a través de las palabras.
Ángela Valeiras es una escritora poderosa, que fluye con naturalidad y que tiene la valentía necesaria para desnudarse mientras escribe.
El libro, en realidad dos en uno, narra dos viajes, uno a Senegal y otro a la India, unidos por una búsqueda y un anhelo comunes. Y qué viajes, repletos de sucesos, giros y sorpresas. Ángela es una viajera atrevida, que no teme zambullirse en mundos ignotos —o sí lo teme, pero no puede resistirse a ellos— y que más de una vez se ha visto en situaciones comprometidas, casi surrealistas, que narra con una naturalidad y una soltura envidiables.
Pero, sobre todo, Entre Cronos y Neptuno es un libro de exploración interior, un viaje a través de la espiritualidad de la autora, de su búsqueda de sentido personal. La distancia entre los viajes y el momento de la narración, unos veinte años, ofrece una perspectiva extra, una calma después de la tormenta que enriquece la narración.
La vitalidad de sus descripciones y la fuerza de sus sentimientos arrastran al lector y lo llevan de la mano, espectador cómplice de un viaje interior con el que resulta difícil no empatizar. Solo lamento que la editorial no haya puesto algo más de empeño en revisar esos errores ortotipográficos que asaltan al lector cada dos por tres. Por suerte, no consiguen empañar la sensación de que estamos ante un libro honesto, vivo y tremendamente sugerente, un viaje inolvidable a través del interior de la autora.
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