- Categoría: Reseñas viajeras
De vez en cuando un libro te abre la puerta a un mundo inesperado. Te agarra por el cuello y te obliga a mirar en una dirección en la que, vete a saber por qué, nunca habías mirado.
Los senderos del mar, de María Belmonte, es uno de esos libros. Un texto luminoso e inspirado que cuenta algo muy sencillo: un viaje a pie por la costa vasca, un recorrido que, en la pluma de la autora, se convierte en una excelente excusa para dejar volar la imaginación.
María Belmonte debutó hace unos años con un (dicen) extraordinario libro de viajes que todavía tengo pendiente, Peregrinos de la belleza, en el que contaba la historia de los aristócratas ingleses, alemanes y franceses que a finales del siglo XVIII convirtieron Italia y Grecia en lugar de obligada peregrinación estética, un viaje que pronto se conoció con el nombre de Grand Tour.
En esta nueva obra, Los senderos del mar, cabe de todo y nada sobra. La excusa es el camino; el objetivo, tirar del hilo de la memoria. Caminar, dejarse llevar. Comprender, un poco más, dónde estamos.
Belmonte nos habla del placer que le produce andar a pie, del esfuerzo y la gratificación, de la dureza y el gozo que le proporciona la lluvia y, mientras lo hace, nos trae a la memoria las palabras de grandes caminantes, viajeros y naturalistas: Thoreau, Patrick Leigh Fermor, Paul Theroux...
- Categoría: Viajando en furgo
Un viaje en furgoneta camper por la España olvidada. Si has llegado aquí por casualidad y quieres empezar por el principio, tienes las entradas organizadas en el Diario de Viaje.
El sábado por la mañana, muy temprano, todavía en medio de esta fiebre viajera primaveral que llamamos semana santa y tras una noche de ligeras nevadas, arranco La Lagartija en Albarracín con la intención de visitar el castillo de Peracense, en Teruel, y dirigirme luego a Medinaceli, ya en Soria, para dormir.
Toda esta zona es un territorio administrativamente dividido entre provincias y comunidades (Cuenca, Guadalajara, Soria y Teruel por un lado, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Aragón por otro), de forma que nunca sabes bien en qué provincia o comunidad te encuentras. Sin embargo, se trata solo de una cuestión formal: hay una clara unidad en todas estas tierras altas, montañosas y frías, en estos espacios vacíos recorridos por la columna vertebral del Sistema Ibérico.
Las nevadas de la noche me obligan a avanzar muy lentamente y me hacen dudar cada dos por tres si detenerme para poner cadenas o seguir adelante. La carretera asciende hasta un puerto situado a 1705 m de altitud en el que las quitanieves están despejando la carretera. Sigo adelante, en tensión pero disfrutando de estos paisajes nevados tan poco frecuentes en mi retina.
Mientras atravieso este mundo todavía invernal no dejo de darle vueltas a todo lo leído recientemente en Los últimos. Voces de la Laponia española, de Paco Cerdá, un documentado ensayo sobre la despoblación de la que llaman Serranía Celtibérica: el territorio que me rodea.
- Categoría: Reseñas históricas
Nueva entrada del videoblog «Cada libro en su lugar», en la que te recomiendo una novela histórica ambientada en cada uno de los lugares que visito.
¿Conoces el castillo de Vimianzo, en A Coruña? Es una de las fortalezas mejor conservadas de Galicia, un castillo pequeño pero muy interesante situado en el corazón de la Costa da Morte. Fue la residencia de una de las familias más aguerridas de la Terra de Santiago, los Moscoso.
Si has leído mi novela En tiempo de halcones, conocerás de sobra a Bernal Eáns de Moscoso, que fue cabeza del linaje y señor de este castillo allá por 1458. Un tipo de armas tomar, tan bravo y despiadado como solo podía serlo un noble gallego del siglo XV, acostumbrado a imponer su voluntad a caballeros, arzobispos, burgueses y campesinos por igual.
Este es el escenario de la novela que hoy te recomiendo, una historia que se desarrolla unos siglos antes, cuando el entonces señor de estas tierras regresa de las cruzadas tras una larga ausencia y se encuentra con que a sus hijos, ya crecidos, no les hace ninguna gracia su retorno...
¿Quieres saber de qué novela te hablo? Pues dale a «Leer más» y averígualo...
- Categoría: Viajando en furgo
Un viaje en furgoneta camper por la España olvidada. Si has llegado aquí por casualidad y quieres empezar por el principio, tienes las entradas organizadas en el Diario de Viaje.
Llego a Belmonte, en Cuenca, el domingo por la tarde, atraído por la impresionante silueta de su castillo sobre un altozano y, muy especialmente, por el personaje que dominó la vida de Castilla a finales del siglo XV: Juan Fernández Pacheco y Téllez Girón, señor de Belmonte y primer marqués de Villena, entre muchos otros títulos y dignidades poco merecidas... como suele suceder.
Pacheco fue uno de esos nobles rapaces, manipuladores y ambiciosos que no paran mientes en provocar guerras y orquestar traiciones para medrar, amigo de puñaladas traperas y siempre dispuesto a cambiar de bando a la menor ocasión. Antiguo conocido mío, pues es uno de los personajes que se pasean por mi novela En tiempo de halcones, razón por la que tenía ganas de visitar su ciudad natal.
Aparco en la plaza del Pilar, un espacio amplio rodeado de casas bajas, muchas encaladas, y una iglesia. Desde aquí se divisa la silueta cercana de la fortaleza. Dos chiquillos juegan al fútbol en medio de la calle, indiferentes al peligro potencial de unos coches que nunca llegan. Utilizan de portería la entrada señorial de una casa enmarcada por una arquería. Los golpes del balón contra la madera centenaria resuenan como cañonazos en el silencio de la plaza. Una anciana avanza con paso cansino, derrotado. No se ve a nadie más.
- Categoría: Viajando en furgo
Un viaje en furgoneta camper por la España olvidada. Si has llegado aquí por casualidad y quieres empezar por el principio, tienes las entradas organizadas en el Diario de Viaje.
Hay lugares en los que, nada más poner un pie en ellos, notas que son especiales. O que lo son para ti en ese momento, sin saber bien la razón, por una de esas afortunadas sinapsis cerebrales que llamamos intuición. No se trata de la belleza de la arquitectura o de la grandiosidad del paisaje, sino de alguna sustancia sutil que emana de ellos, un efluvio que se te pega a las ropas e impregna tu piel.
Eso al menos es lo que siento el domingo, de buena mañana, al llegar a una pequeña localidad del sureste de la provincia de Toledo tras atravesar una inmensa llanura, uno de esos panoramas infinitos que hacen que la imaginación remonte el vuelo sin trabas.
Lo primero que veo es la silueta inconfundible de los molinos, en fila en la cresta de un cerro alargado, como imperturbables guardianes del infinito. A su lado, la masa pétrea de una fortaleza, y a sus pies, en el llano, atravesado por un río, mi destino...